"De
esplendorosos átomos bañado
tu
cuello adorno con el vino nuevo
por
donde corre espléndido y dorado.
Luego,
mis labios a tus pechos llevo
y
gusto el vino en el pezón rosado...
¡digna
es de un Dios la copa en que lo bebo!”
Salvador
Rueda, tan efusivo
en
el amor como en el verso, tomados ambos en su justa
medida.
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